Los albergues de animales, saturados

Los albergues de animales están saturados. La mayor parte de estos servicios está en manos de aquellos ayuntamientos que han regulado el alojamiento de mascotas abandonadas, como Gijón y Langreo. Pero ya no cabe ni una mosca porque «ha descendido el número de adopciones», según explica Alejandra Mier, coordinadora de «Amigos del Perro». «Ahora mismo podemos decir que tenemos perros sin casa, ya que no podemos darles su propio espacio»,
añade la coordinadora. A esto se une otra queja: la del vacío legal en la protección a los animales. «Puedes matar a palos a un animal y que no te pase nada», protesta Silvia Menéndez. Esta joven es socia y voluntaria de dos asociaciones que protegen a los animales. Colabora activamente en «La Xana» (Mieres) y en «Más que Chuchos» (Oviedo).


La temporada estival es la época del año cuando aumenta el número de abandonos. En el caso de los perros, está situación está revertiendo ya que «hay mayor grado de concienciación», según Alejandra Mier. Sin embargo, en los gatos el número aumenta y la problemática es mayor. «Si una perra pare una vez, puedes tener 8 o 9 cachorros, pero las gatas paren más veces y tienes un número mayor de gatos que cuidar», afirma Mier. Todo esto en un contexto en el que la vida de los animales no es una prioridad. «La mayor parte de los ayuntamientos no tiene albergues», señala la coordinadora de «Amigos del Perro». Esta asociación tiene asignado un espacio en Gijón cedido por el Ayuntamiento por medio de un concurso público, y también en Langreo por convenio de colaboración.


El problema fundamental con el que se encuentran muchas asociaciones, protectoras o perreras, es el espacio para albergar a los animales. «Sólo podemos sobrevivir por los socios o por las subvenciones de las administraciones», dice Alejandra Mier. En este momento de crisis se reducen las subvenciones y en este terreno también. En Asturias, «los ayuntamientos que gastan son Gijón, Oviedo, Langreo, Mieres, Lena, Piloña y Siero, bien por tener albergue o bien por acuerdos con otros», dice Alejandra Mier. Ante esta disyuntiva, las perreras se encuentran repletas, y llega el momento de decir que no se pueden recoger más animales. Esto es lo que le pasó a Mabel Fernández cuando trató de llevar a un albergue un perro que encontró en la calle: «Al final tuve que pagar yo una guardería porque en mi casa no podía tenerla», dice Fernández. Y Mier explica: «Hay casas de acogida: gente que colabora y mete en su casa a animales a la espera de ser adoptados. El problema aquí es que un perro pequeño es más fácil de acoger, pero un pitbull, por ejemplo, poca gente lo quiere».


Para Silvia Menéndez el problema es que «no hay nada para los perros». «Los perros de Carreño y Gozón no pertenecen a nadie. La Policía mira si tiene chip; si no lo tiene, me dice que lo suelte y que si molesta pueden ir a espantarlo», dice indignada Menéndez. Al final depende de la buena voluntad de personas que intentan ayudar a los animales. Éste es el caso de Silvia Menéndez ya que es ella quien los lleva a su casa «porque nadie lo recoge». «Los perros de raza son más fáciles de acomodar, pero a los chuchos es más difícil que alguien los adopte», asegura Menéndez. Como voluntaria de las protectoras, pasea a los perros, y cuando tiene más tiempo los baña o limpia sus jaulas.


En el caso de la asociación protectora «El Trasgu», de Avilés, las posibilidades para acoger a animales son realmente escasas. Según explican sus responsables, ni tienen subvenciones ni un espacio físico en el que poder acoger a las mascotas abandonadas. Viven gracias a los socios y a las ayudas que reciben de la gente. Vanesa Gómez, coordinadora de «El Trasgu», critica que los ayuntamientos «no hagan nada» mientras ellos están «en una lucha continua». «Nos ocupamos del veterinario, de la castración de los animales, de buscarles residencia...» enumera Gómez. En su corta experiencia como responsable de una protectora de animales -sólo lleva un año- ya ha recogido más de 120 mascotas.


Más allá del abandono estival también es significativo el abandono o matanza de animales tras la temporada de caza. El caso más llamativo es el de los galgos, pero no es el único, según denuncian las protectoras.

Via: lne.es

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