Un perro al rescate de la orca
Un perro llamado “Tucker”, de larga cola y misterioso pasado en las calles de Seattle, se ha vuelto sorpresiva estrella en el universo de la ciencia auxiliada por canes. Es el único perro en el mundo,
afirman biólogos marinos, capaz de hallar y seguir la pista del olor del
excremento de la orca en alta mar, hasta a un kilómetro y medio de
distancia.
“Tucker” es un as en encontrar algo que la mayoría de las personas, y quizá también la mayoría de los perros, preferiría evitar. Y no es tarea fácil: el excremento se puede hundir o dispersar en 30 minutos o menos. Pero es crucial para monitorear la salud de las ballenas orca, una especie en peligro de extinción que es tal vez una de las poblaciones animales más estudiadas del mundo.
La mayoría de las 85 orcas, o ballenas asesinas, que frecuentan la región de San Juan, han sido clasificadas por décadas, desde su nacimiento, su edad y número de crías. Y nada de esto sería tan fácil sin la ayuda de “Tucker” y su húmedo hocico negro.
“Tucker”, una mezcla de labrador de 8 años, no puede ir físicamente a donde le indica su olfato, pero en cierto modo señala hacia dónde quiere que se dirija el bote, señala Deborah A. Giles, investigadora marina.
Via: New york times
“Tucker” es un as en encontrar algo que la mayoría de las personas, y quizá también la mayoría de los perros, preferiría evitar. Y no es tarea fácil: el excremento se puede hundir o dispersar en 30 minutos o menos. Pero es crucial para monitorear la salud de las ballenas orca, una especie en peligro de extinción que es tal vez una de las poblaciones animales más estudiadas del mundo.
La mayoría de las 85 orcas, o ballenas asesinas, que frecuentan la región de San Juan, han sido clasificadas por décadas, desde su nacimiento, su edad y número de crías. Y nada de esto sería tan fácil sin la ayuda de “Tucker” y su húmedo hocico negro.
“Tucker”, una mezcla de labrador de 8 años, no puede ir físicamente a donde le indica su olfato, pero en cierto modo señala hacia dónde quiere que se dirija el bote, señala Deborah A. Giles, investigadora marina.
Via: New york times
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